Cristián Velasco’s work focuses on the marks that human leaves behind, both emotional and corporeal, through the process of acumulation and recycling. The nature of textile materials he uses (those soft blanquets, blossomed pieces of matress, curtains and cloth) belong to the domestic universe, to the intimacy of home. Cristián Velasco put them back together, as a bird gathering fibre to nest, and recreate the landscape of our somehow bourgeois family confort.
Drapes used to be the support of legend telling ; Velasco’s patchworks tell us the tale of modern families. The unidentified and generical figures drawn on textile are the portraits of our not-so-old memory, but still nostalgic (this is the grandparents house, this is our childhood), as remembered on a faded picture.
Those graphical portraits are completed by the sensuality of fluids kept in textile. The cloths used by Velasco were everyday tools : they wiped up sweat, dirt and blood, they collected what remains of sexe, dreams and illness.
By recycling these vital scraps, the artist offers a more complete effigy, he impregnates memories and nostalgy with carnal experience. Man can not suspect the persistance of his own print ; the aim of art is preciselly to figure it. The dialogue between artist and public in this selection of works La Tierra de todos, la casa de nadie is based on a sensitive honesty, it is a declaration of brotherhood. Cristián Velasco reminds us we are who we look at.
El trabajo de Cristián Velasco se interesa en la huella del hombre, tanto emocional como corporal, a través de la recuperación y acumulación de objetos y materiales en desuso. La naturaleza misma de estos objetos textiles (aquellos materiales blandos, de tacto suave y coloridos florales, retazos de colchones, paños, cortinas e hilos) remite al universo doméstico, a la familia, a lo íntimo. Cristián Velasco los vuelve a unir, tal vez a la manera de los pájaros recolectando pedazos de fibras para construir su nido, y recrea en estos collages los paísajes de la comodidad familiar, algo burguesa, de nuestros hogares.
Si bien los tapices de antaño contaban leyendas y hazañas de grandes personajes, los patchworks de Velasco nos cuentan las leyendas de las familias modernas. Las siluetas genéricas que se imprimen sobre el textil son los retratos de nuestra memoria no tan antigua, pero ciertamente nostálgica (la casa de los abuelos, nuestra infancia), tal como una fotografía setentera un tanto descolorida.
La expresión gráfica de estos retratos se completa con la dimensión sensual que ofrecen los fluidos empapados en los textiles. Las telas que ocupa Velasco fueron herramientas de quehaceres cotidianos durante años : estos trapos recogieron la transpiración, la mugre, la sangre ; estos colchones fueron los receptáculos de los humores oníricos, sexuales o enfermizos de sus ocupantes.
Recuperando estos retazos vitales, el artista restituye aquí una efigie más completa, impregnando la memoria difuminada por la consensual nostalgia con la experiencia carnal de la humanidad. El hombre no puede sospechar la persistencia ni la amplitud de su propia huella ; el trabajo del arte es justamente figurarla. El diálogo que se instaura entre el artista y el público en La Tierra de todos, la casa de nadie es de una sensible honestidad, es una declaración de hermandad entrañable. Cristián Velasco nos recuerda : éstos somos nosotros.
